Todos los que quieran pueden llevar su calabaza decorada y las expondrán en la escuela.
Pues bien, mi maridín llegó disgustado a casa al descubrir que la nuestra era la más fea de todas, y con diferencia.
Esta es la calabaza, que por cierto yo tampoco ví tan mal jaja |
Pues os voy a contar mi secreto, porque creo que no voy a poder ocultarlo por más tiempo: yo soy todo lo contrario a la mujer del anuncio de privalia.
Mi cuerpazo no es de escándalo, no cocino pollo con un sexy vestido rojo, sino con una bata descosida, y mis hijas no sonríen al ver la comida, sino que ni siquiera están sentadas en la mesa, porque seguramente estén saltando por el sofá o mojandose en el baño al jugar con agua. Mi marido y yo en fin... las citas son los viernes por la noche, en pijama, sentados en nuestro sofá cenando guacamole el día en que las peques duermen con los abuelos.
Sé que no puedo luchar contra mis deseos internos de ser como la mujer del anucio de privalia (¡quiero ser como ella y a la vez la odio!), porque aunque este anuncio es solo un ejemplo, la sociedad entera nos presiona silenciosamente para que queramos ser perfectas. Pero al menos voy a luchar por no transmitíserlo a mis hijas!!
Si hay un concurso de calabazas, pues hacemos una calabaza, con cariño. Pero si esta vez no ha sido la calabaza más bonita, pues no pasa nada. No tengo que demostrar que soy la madre perfecta, porque no quiero que mis hijas crean que eso debe ser así.
La mujer del vestido sexy y el pollo perfecto seguramente haría una calabaza perfecta, que dejase impresionados a todos (y todo eso con tacones y sin despeinarse).
Yo simplemente soy así. Soy como mi calabaza. Imperfecta.